Por: Camilo Andrés Moreno Tamayo
Desde el mes
de febrero una seguidilla de asesinatos, que inició con alias “Guerrero”,
encendió las alarmas en Bello. Unos panfletos y unos enfrentamientos después, estuvimos ante la noticia del inminente conflicto entre estructuras
delincuenciales que hasta hoy no tiene una razón más precisa que la lucha por
el territorio y todo lo que ello representa para el accionar delictivo, una
lucha que no ha encontrado remedio en las insipientes acciones de la Alcaldía,
ni en los anuncios publicitarios de la Gobernación, ni las recientes decisiones del Gobierno Nacional y, mucho menos, en los de una Fuerza Pública amedrentada por
los intereses de la ilegalidad.
Los 62
homicidios que registra Bello, a la fecha, deja mucho más que muertos, detrás de
esa cruda cifra se esconden graves deterioros en muchos ámbitos en la ciudad. La
primera afectada es la imagen y sus habitantes que por épocas ha sido
mancillada. Hoy los bellanitas son motivo de burlas y la práctica contemporánea
de contar la realidad de manera jocosa a través de memes, ha tenido a la
situación de la ciudad como tema frecuente, solo por exponer un caso.
De esa
primera y profunda afectación subyacen otras que no se mencionan, pero empiezan
a generar serias crisis que, cuando tocan el bolsillo, agravan la situación.
Para entendimiento general, seré sucinto: la economía bellanita está aporreada. Los
comerciantes han disminuido considerablemente sus márgenes de rentabilidad,
muchos habitantes han tomado y vienen tomando la determinación de irse de la
ciudad y el sector constructor, que por años dominó las ventas en el
departamento, está de capa caída. Lo que está ocurriendo, evidentemente, desestimula
la inversión y afecta a cada sector de la economía que, con el paso de los
días, se irá manifestando con cierres, recortes de horarios, entre otras decisiones
abocadas por los embates de la violencia.
Más allá de
la esfera económica, este año en Bello muchas dinámicas se han tenido que
transformar. Grupos culturales, deportivos, formativos y sociales han tenido que reorganizar sus
procesos para evitar que integrantes que habitan en las zonas de la confrontación se vean afectados y durante el mes de febrero decidieron parar sus acciones mientras trataban de entender cómo operarían en medio del conflicto.
Hasta los prestadores de servicios de sonido han visto cómo en los sectores más
afectados por este pugna se cancelan celebraciones porque el temor ha pasado de
casa en casa y ni para la fiesta ha quedado tranquilidad.
Taxistas que
ya no vienen a Bello, visitas técnicas de Tigo canceladas porque declararon la
ciudad como “zona de conflicto”, empresas que han creado protocolos de atención
especiales en las que “se restringe el contacto con personas extrañas”, establecimientos que se trasladan a otros municipios del Área Metropolitana, inversionistas
que le cerraron la puerta al territorio, comerciantes quebrados o a punto de
quebrar; son solo algunas situaciones que están sucediendo mientras nos
concentramos en una cifra de muertes violentas que cada día demuestra que no va
a frenar.
En medio de
todo ese entorno que se caldea en los barrios, vemos la actitud cada vez más
parsimoniosa de una Alcaldía que, con decisiones absurdas que atentan contra
las familias y completamente desconectada de la realidad, no le ofrece
garantías a la ciudadanía, una Gobernación que subsiste a punta de anuncios que
no llegan a ningún lugar, un helicóptero policial que sólo parece servir para interrumpir el sueño de los trabajadores y un Gobierno Nacional que se preparó durante años
para la oposición, pero se olvidó de saber gobernar y hasta Bello llegó su alicaída gestión.
Aunado al
hecho de no poder contar con la institucionalidad, nos aprestamos a una
contienda electoral que muy seguramente tendrá a la seguridad como tema central,
pero que hoy solo se concentra en dirimir nombres para saber quiénes entrarán
en la lucha por el poder municipal. Por estos días los candidatos, TODOS, están
pensando, y así lo han hecho evidente, de la puerta de sus partidos para adentro. Los problemas de la gente de a pie, parece no interesarles. Hoy prevalece el
cálculo electoral por encima del clamor de las calles. Publicaciones en redes sociales más propagandísticas que sinceras. Blanditos. Ningún
anuncio vehemente y claro contra la criminalidad. Pareciera que ninguno se
quisiera comprometer con una lucha férrea y sin cuartel contra quienes hoy ponen
en jaque el bienestar de la ciudad, demostrando que más que sus problemas lo
que importa son los votos de los ciudadanos.
En Bello nadie
está poniendo por encima de cualquier consideración e ideología los intereses
superiores de la ciudad, lo que se piensan hoy puertas adentro es la torta
burocrática y la toma del poder. Poder muy alejado de los reales intereses de
la gente que solo busca PODER tener la posibilidad de caminar la ciudad sin
temor, PODER bailar al son que pongan y PODER vivir en paz.
La cifra de muertes
violentas nos alerta, entristece y llena de temor, pero lo que vive Bello supera la confrontación armada y puede poner en riesgo la estabilidad de la
ciudad, por eso es el momento propicio para pensarnos profundamente y avanzar
hacia el territorio que todos nos hemos soñado. ¡Es posible!
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