Por: Camilo Tamayo
Hace unos dos meses, en el estado de Facebook del Alcalde de Bello, el burgomaestre invitaba a sus conciudadanos a que contarán algunas iniciativas que a título personal o comunitario se estaban gestando como aporte a la transformación de la ciudad. Los comentarios no se dejaron esperar, pero las propuestas no pasaron de peticiones de citas para presentar un “proyectico”, solicitar inversión para poner en marcha algunas acciones, denuncias de vías por pavimentar y algunos mensajes que aludían al sentido de pertenencia como herramienta para la transformación.
Hace unos dos meses, en el estado de Facebook del Alcalde de Bello, el burgomaestre invitaba a sus conciudadanos a que contarán algunas iniciativas que a título personal o comunitario se estaban gestando como aporte a la transformación de la ciudad. Los comentarios no se dejaron esperar, pero las propuestas no pasaron de peticiones de citas para presentar un “proyectico”, solicitar inversión para poner en marcha algunas acciones, denuncias de vías por pavimentar y algunos mensajes que aludían al sentido de pertenencia como herramienta para la transformación.
Quiero traer la invitación del mandatario a este espacio como una exhortación a comprender que las ciudades no son de los gobernantes, son ellos los encargados de administrar los recursos que nosotros mismos hemos invertido a través del pago de los impuestos, con el objetivo de satisfacer las necesidades de la población, además de proponer y ejecutar planes, programas y proyectos que impacten en el mejoramiento de la calidad de vida de quienes habitan el territorio. Lo que no los hace dueños de los kilómetros cuadrados que los circundan.
Para participar en la construcción social y política de una ciudad no basta con la participación en comicios electorales, es preciso aportar a la consolidación de proyectos comunes desde nuestra realidad. Un Estado como el nuestro no tiene la capacidad de brindar todas las herramientas para dar solución a las necesidades de los pobladores, por eso es imperativo emprender acciones personales o en conjunto con otros ciudadanos que conduzcan a la constitución de la corresponsabilidad como fundamento de la democracia.
Claro que debemos exigir a nuestros gobernantes el cumplimiento de planes de desarrollo, claro que nuestro papel debe ser el de veedores de las ejecutorias de los funcionarios públicos, pero también está claro que estamos dejando todo en manos de unos pocos.
Para proponer algunas claves de mi invitación a la participación, me serviré de una problemática muy actual y bastante preocupante que es la referida a la situación de violencia de la ciudad de Medellín. El análisis puede tener muchas aristas, más, a la que quiero aludir es la del papel de la familia en el conflicto. ¿Qué han hecho las familias para paliar los factores de riesgo que enfrentan los jóvenes?, ¿cuál ha sido su aporte a la descomposición social?, ¿por qué muchos padres asumen una total sumisión a los placeres de sus hijos?. Sé que las respuestas a estos cuestionamientos afirmarán que precisamente es la desprotección del Estado la que causa la violencia, otros dirán que la ciudad se le salió de las manos a Salazar (versión por demás cierta) y una y otra responsabilidad recaerá sobre el “establecimiento”.
Los hijos son de los padres, no del Estado, por eso el primer aporte a su formación debe ser el de la familia, lo mismo ocurre con la ciudad: de quien necesita el primer aporte es del ciudadano como propietario de su entorno.
¿Qué hacen, por ejemplo, los sicólogos, trabajadores sociales y profesionales de áreas sociales para proponer cambios a sus comunidades?, ¿por qué toda acción social tiene que estar precedida por el dinero como materia prima en medio de tanto recurso humano cualificado?.
A un año de las elecciones locales es hora de que nos subamos en el tren de la participación, no electorera si no efectiva. Lo más seguro es que participando se tengan más elementos de juicio para decidir y exigir.
Nosotros no le prestamos la ciudad a nuestros alcaldes, concejales, diputados, representantes y senadores durante cuatro años, la ciudad nos pertenece, por eso hay que participar en su transformación.
En el colofón
En el colofón
"Una mano más una mano no son dos manos. Son manos unidas. Une tu mano a nuestras manos para que el mundo no esté en pocas manos sino en todas las manos": Gonzalo Arango.
¿Por qué la participación?
¿Por qué la participación?
Me parece muy interesante este punto de vista
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